sábado, 7 de noviembre de 2009

Una proteína relacionada con la inmunidad predispone a la aparición de esta patología

MADRID.- El tratamiento de la atrofia geográfica o degeneración macular seca, la forma más común de esta enfermedad responsable de la mayor parte de los casos de ceguera en occidente, está un paso más cerca. Un equipo de investigadores anuncia en el último número de la revista 'The New England Journal of Medicine' la identificación de un gen que provoca esta patología ocular y describen posibles remedios para ella.

"Finalmente tenemos una terapia potencial para prevenir la pérdida de visión ocasionada por la degeneración macular seca", ha declarado Jayakrishna Ambati, cirujano del Departamento de Oftalmología y Ciencias Visuales del Reino Unido, uno de los autores del estudio, que se ha declarado 'muy entusiasmado' por el descubrimiento.

La atrofia geográfica de la mácula –región central de la retina- se caracteriza por la muerte de fotorreceptores (los conos y los bastones que permiten la visión) y de otras células retinianas. Esta enfermedad, que afecta a ambos ojos en más de la mitad de los pacientes, es menos agresiva que la variante húmeda de la degeneración macular, que consiste en la formación de nuevos vasos sanguíneos que con el tiempo dañan esta zona del ojo.

Una mutación amable

Hasta el momento, hay una hipótesis comúnmente aceptada acerca del origen de esta patología: que algún tipo de reacciones inflamatorias está detrás de su desarrollo y que éstas están provocadas, probablemente, por infecciones microbianas y virales. Basándose en esta teoría, "comprobamos si existía relación entre la forma seca y una proteína relacionada con la inmunidad innata y las defensas (TLR3)", ha explicado otro de los investigadores, Kang Zhang, profesor de oftalmología y genética humana en la Universidad de California (San Diego, EEUU). La misión de TLR3 es acabar con las células infectadas.

El primer descubrimiento realizado por Zhang, Ambati y sus colegas, presentado a principios de año en la revista 'Nature', fue el vínculo entre la citada proteína y esta enfermedad. Ahora han comprobado la existencia de una variante de baja actividad de TLR3 que parecía conferir protección contra la atrofia geográfica. Cuando esa mutación en lugar de atenuar la acción de este gen la incrementa, el individuo está predispuesto a la enfermedad.

"Si eres genéticamente susceptible a la degeneración macular y estás expuesto a un virus que activa TLR3, éste puede matar células de la mácula", señala Zhang, y provocar así su degeneración.

Para comprobar las acciones de las distintas variantes de TLR3, los autores cogieron células del ojo que contenían bien la forma menos activa de la proteína o la 'normal' y les inyectaron un pequeño fragmento de ARN, que simulaba un virus. La reacción de TLR3 ante la infección no se hizo esperar pero, tal y como esperaban los investigadores, en aquellas que poseían la forma mutante de la molécula murió un 50% menos de células.

Jayakrishna Ambati y su equipo de la Universidad de Kentuky (EEUU), donde también trabaja, ha ido un paso más allá en su estudio de la degeneración macular seca. En su laboratorio han desarrollado unos inhibidores de TLR3, que podrían prevenir esta enfermedad en aquellas personas con predisposición. Los ensayos clínicos darán comienzo el próximo año.

Un arma de doble filo

Estos científicos han realizado otro sorprendente descubrimiento. Una de las terapias experimentales contra la degeneración macular húmeda –formación de nuevos vasos sanguíneos en la coroides- podría provocar, por el contrario, la seca.

El ARN de interferencia (ARNi), nombre que recibe este remedio, está demostrando en varios ensayos clínicos su utilidad en el tratamiento, no sólo de esta patología sino de otras muchas. Su mecanismo de acción consiste en silenciar genes. Y según los datos de estos investigadores, su uso puede tener un efecto adverso peligroso.

Este ARNi, además de 'apagar' genes, tiene la capacidad de estimular la actividad de TLR3, anulando así el efecto protector. Al potenciar TLR3, la muerte celular aumentó hasta en un 60%, tal y como comprobaron en el laboratorio los autores con muestras procedentes de roedores y humanos.

Nicolas Katsanis, miembro del Instituto de Medicina Genética de la Facultad de Medicina Johns Hopkins, explica que "el problema está en que si un individuo tiene el código genético 'equivocado' de TLR3 sufre consecuencias perjudiciales para su retina". Si le administras al ARNi, "puedes curarle una cosa al tiempo que incrementas el riesgo de que sufra otra", añade.

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